jueves, 27 de febrero de 2014

Lo mejor que me ha pasado en la vida.

Hace unos meses, antes de la locura MIR, antes de la guerra y la vorágine, estuve en una comida familiar. En la sobremesa, los presentes empezaron a comentar qué era lo mejor que les había pasado en la vida. Salieron temas como los hijos, el marido, la casa, el trabajo.

Yo no dije nada porque pese a mis veinticuatro años sigo teniendo complejo de prima pequeña y me sigue chocando que me incluyan en las conversaciones de los mayores. Prefiero no hablar además porque en mi familia, pese a que son buena gente, impera un airecillo de derechas que hubiera hecho a todos los presentes retroceder con horror ante la muestra más nimia de mis opiniones. Pese a todo yo suelo preferir quedarme pensando en mis cosas y ensimismarme en mis macarrones, que es bastante más placentero.

Además, ¿Cómo se puede responder a una pregunta así en mitad de una comida? Si hubiera respondido irreflexivamente, hubiera dicho que los macarrones que me estaba comiendo, sí, sin lugar a dudas, aquellos macarrones eran lo mejor que me había pasado en la vida. Es que a mí la pasta me hipnotiza, es mi gran placer y a la vez mi némesis, lo que me transporta al paraíso y a la vez me hace engordar el culo. Cómo no amarla y odiarla a la vez.

También es cierto que el adulto más cercano a mi edad en aquella mesa contaba cuarenta y dos tacos por lo que, en general, todos habían tenido más tiempo para pensar en aquello que yo. Así que me tomé mi tiempo para pensar y no dije nada.

Pero poco después se me ocurrió. Había estado ahí todo el tiempo, lo que pasaba era que no me había dado cuenta.

Leer. Aprender a leer ha sido lo mejor que me ha pasado, y probablemente, que me pasará en la vida.

A mi me costó un montón aprender a leer. Pero un montón. En parte porque soy muy vaga y muy cabezota y no entendía por qué, si yo ya tenía gente que me leía los cuentos, me forzaban a aprender algo en lo que yo no estaba interesada. Fijaos si me costó que tenía tres años y todavía recuerdo escenas vagas de la profesora de infantil sosteniendo la cartilla con aquellas letras cursivas que para mí no tenían ningún sentido.  Creo que el fallo residía en que yo no veía relación entre eso de "la eme con la a, má" y los cuentos que tanto me gustaban. Me faltaba motivación. Pero bueno, el caso es que al final aprendí.

Y no lo volví a dejar nunca.

La fase de los libros infantiles me duró poco. Y no es que yo sea superdotada ni un prodigio viviente ni nada, la cosa es que a mi me gusta leer. Por eso mi primer libro "serio", Veinte mil Leguas de Viaje Submarino, de Julio Verne, me lo leí con siete años. Desde que tengo uso de razón, desde que tengo recuerdo, he leído.

Leo de todo. Me he topado con libros sublimes y con putas mierdas de impresionar, y con el tiempo he llegado a una conclusión muy simple (atención, perriconsejo): si no me gusta un libro, si tras un número razonable de páginas me está resultando una tortura, lo dejo. Sólo tengo una vida y los libros que hay para leer, son, a efectos prácticos, infinitos; no estamos como para perder el tiempo.

He leído en los mejores y en los peores momentos. Leer no es para mi una afición, es algo que podría llegar a ser casi una forma de vida, un requisito indispensable para serenarme y enfrentarme a la idiotez del mundo, pero también un refugio, un lugar de consuelo, de comprensión.

Otras veces, simplemente es un viaje. No sé cómo describir lo que es para mí la experiencia de leer un libro que simplemente te engancha. Recuerdo el primer libro de Stephen King que me leí, El Misterio de Salem's Lot. Me duró una tarde, desde después de comer, a la cena. Mi madre subió a ver si me pasaba algo. Casi pierdo la vejiga. La miopía me subió cero veinticinco en cada ojo. Pero topé con una de las personas más importantes de mi vida. Stephen King nunca me conocerá, jamás tendrá la más mínima idea de quién soy, y nunca averiguará que me cambió la vida, pero lo hizo. A él le debo descubrir que se podía escribir bien y sobre cosas sobrenaturales. De su mano vinieron Poe, Lovecraft, y la inspiración para ganar un par de concursos de relato corto. Y sobre todo, tres estanterías llenas de sus libros. Con casi todos me lo he pasado genial y algún día le dedicaré un post entero, que se lo merece. Él abrió las puertas a todo lo que vino después, a esa experiencia placentera y terrible que es tener entre las manos un libro que hace que te olvides de comer y de ir al baño. Cuando un libro me engancha así, me engancha literalmente; no quiero hacer nada más.

Los últimos libros con los que me ha pasado eso han sido El Guardián Invisible y su segunda parte, Legado en los Huesos, de Dolores Redondo. Amo a esta mujer. La amo como amo a Stephen, como hacía tiempo que no amaba a ningún escritor. Es buena, amigos. Hasta el punto que me enganché; el primero me lo compré un jueves y el viernes por la noche había volado. Mi madre, que conoce estos arrebatos, fue a la compra el sábado y me trajo el segundo. Intenté racionarlo, de verdad, porque sabía que el tercero (es una trilogía) está todavía sin publicar, así que salí por la noche, cuando todos mis nervios y mis sentidos clamaban que me sentase a terminarlo. Conseguí sacármelo de la cabeza lo suficiente como para divertirme, pero en algún rato muerto de la noche me sorprendí echando de menos a la inspectora Amaia Salazar. Como lo leéis. Echando-de-menos. A un personaje de ficción. Como se echa de menos a una persona de carne y hueso. Estoy dispuesta a aceptar que tengo algún problema mental a este respecto, pero la verdad es que no me importa. Sólo quiero que publiquen la tercera entrega. Una serie de asesinatos en el valle del Baztán, en Navarra. Una inspectora de homicidios con rollos chungos y misteriosos en su familia. La mitología vasco-navarra. Y todo bien atadito con el lazo que supone estar bien escrito. Porque ya puedes tener una historia que sea la leche, que como no sepas hilvanarla como se merece, nada. No hay manera. La escritura de Dolores Redondo me recuerda un poco a Carlos Ruiz Zafón, otro de los grandes de mi olimpo personal. Zafón es capaz de crear oraciones preciosas, plagadas de metáforas, poesía en prosa, y todo sin que resulte cursi. Él también se merece un post.

En fin, que este post iba a ser sobre lo que supone para mi leer y al final se ha convertido en recomendación literaria. No me extraña; no puedo pensar en otra cosa desde que me acabé Legado en los Huesos. POR FAVOR, a quien corresponda, que lo publique ya. POR FAVOR.


10 comentarios:

  1. Con semejantes alabanzas tengo que leermelos!! aun sabiendo que falte el tercero...total, no tardará tanto como el 6º de CdHyF :P

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    1. Ni la autora tiene peligro de morir infartada de un momento a otro...jajaaj

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  2. No sabes como te entiendo!!! Leer ha sido algo así como un regalo divino para mi. Aprendí a los 4 años y medio y después de eso mi padre tenia que esconder (muy bien) los libros "de grandes". Se lo que es devorarme un libro en una tarde y no poder pensar en nada mas que en terminármelo... Aunque paradòjicamente es una agonía cuando se que se esta acabando :/ Y luego ese síndrome de abstinencia... Arghh!!! Me tocara hacer una investigación minuciosa a ver si tienen en mi país los que recomiendas de Dolores Redondo. Gracias!!! :D

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    1. Me metí el otro día en su web y salía editado en un montón de países, espero que tengas suerte! ;)

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  3. Pues tú como mi hermana, que no había manera de que leyera... a mí me sacaba de quicio porque siempre me ha encantado leer, y no entendía por qué no era capaz de coger un libro. Siempre me enfadaba y le echaba bronca por no leer, hasta que a los 12-13 años le dio por ojearse unos cómics de estos de manga y anime, y de ahí pasó a la literatura clásica y ahora ahí la tienes, haciendo la carrera de Estudios Literarios, cómo cambian las cosas!!! Ahora lee ella más que yo, o al menos, lee cosas de calidad jaja

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    1. Pues sí, vaya cambio jejeje. La verdad es que en mi casa somos todos de leer, pero cada uno un género...menos yo, que excepto novela romántica y Crepúsculo, leo de todo, cómics incluidos! Aunque últimamente los tengo más abandonados. Lo cierto es que creo que, mientras te lo pases bien con ello, considerar un libro como de calidad o no, al final no importa mucho...Yo leo bastante y sin embargo libros que han marcado a mucha gente a mi me parece que están sobrevalorados; el caso más típico: El Guardián Entre el Centeno. No entiendo por qué a la gente le gusta tanto, no me pareció un libro malo, pero tampoco de ésos "que marcan"...

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  4. Joer, se me han saltado las lagrimillas con este post... Me leeré los de Dolores Redondo.

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  5. Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena, te lo recomiendo si no lo has leído aún, es uno de mis favoritos y la verdad es que el final no me lo esperaba.

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