jueves, 11 de septiembre de 2014

El Factor Agatha Christie y Jo Nesbo.

Igual que cuando me preguntaban qué era lo mejor que me había pasado en la vida, cuando alguien quiere saber qué es lo que encuentro más satisfactorio de empezar a trabajar, la respuesta es la misma: leer. Tengo tiempo para leer. Al margen de que tenga que estudiar o repasarme cosas, (que, siendo sinceros, estoy esperando a empezar a rotar por medicina interna y que me metan caña para ponerme en serio con ese tema...ni siquiera he adquirido una silla para el escritorio, no digo más) tengo tiempo para leer.

Tiempo.

Para eso creo que tiene que servir currar. El dinero. No sólo para sobrevivir (porque entonces, me quedaría en Villasevil a subsistir a base de calabacín de la huerta y alguna que otra gallina sisada a los vecinos y currar no me haría falta) sino para comprar tiempo.Unas vacaciones de vez en cuando. Tiempo libre, para viajar, ver a los amigos o mirarte los dedos de los pies, que también está bien de vez en cuando.

Yo empleo el grueso de mi tiempo libre en leer y jamás me he arrepentido ni creo que me arrepienta.

De unos meses a esta parte, por ejemplo, vivo un idilio intenso y obsesivo con la novela negra nórdica. Y, de todo lo que he leído (Lars Kepler, Henning Mankell, Asa Larsson, Camilla Läckberg, Arnaldur Indridason), si tengo que escoger un grande, sería Jo Nesbo. Desde mi punto de vista, aunque muchos autores nórdicos lo hacen bien en líneas generales, les suele faltar un elemento fundamental que yo llamo el Factor Agatha Christie: que hasta por lo menos más de la mitad del libro el lector sospeche de, mínimo, dos o tres personajes, principales o secundarios.No soporto las novelas donde el asesino no tiene ningún tipo de relevancia; es decir, que no sabes quién es hasta el final, pero cuando se descubre resulta que es un completo desconocido al que no habíamos visto antes. No me gusta nada que después de estar persiguiendo a alguien durante doscientas páginas al final resulte que era un atracador casual o alguna milonga por el estilo. No, señor mío, lo siento pero eso no tiene mérito. Un buen escritor de novela policiaca te hace sospechar de todos para que al final sea quien menos te esperabas; aunque claro, a medida que pasan los años y lees más y más relatos de este tipo es cada vez más difícil que esta premisa se cumpla, porque te conoces el percal y sospechas del menos sospechoso, en plan, "sería un golpe de efecto TAN genial que fuera este personaje que salió de pasada y dijo dos frases en la página tres...". Sin embargo, en El Muñeco de Nieve se cumple el Factor Agatha Christie; aunque he de decir que ya me olía la identidad del asesino en serie, con un par de personajes tuve mis dudas, así que en ese sentido le doy mi aprobado.

Otra cosa que me gusta mucho de la novela negra/policiaca es que haya violencia, y aquí Nesbo también trae hechos los deberes. Queremos carnaza. Queremos heridas por arma blanca, queremos ensañamiento, queremos un crimen escapado de nuestras peores pesadillas. Queremos notar el tufillo de la sangre arterial manando a borbotones al pasar la página. Al poli novato vomitando en una esquina, al veterano susurrando que en veinte años en el cuerpo jamás había visto nada igual.
Queremos que el malo sea un auténtico monstruo sin ninguna motivación racional para que el investigador pueda ser el héroe; queremos, como en toda buena historia, una lucha entre el bien y el mal.

Y no queremos que el bien sea inmaculado, blanco y perfecto, no; ese es otro elemento, para mi, fundamental: queremos a nuestro héroe con los pies de barro. Que sea real. Amamos a nuestro Holmes presa de los estupefacientes cuando le asedia el aburrimiento, por ejemplo.A nuestros detectives fumadores, bebedores y maleducados.  El investigador carismático no puede faltar, ese al que por su inteligencia se le perdona prácticamente todo, brillante como policía y un desastre en la vida privada, con su propio código de conducta que no siempre coincide con el del resto de la sociedad...y que le hace tan libre, ¿Verdad? Da la impresión de que esos tíos (y tías, más recientemente) tan duros hacen lo que quieren, y sin tener miedo de las consecuencias. ¿Cómo no nos van a parecer atractivos personajes así? Además, su torturada vida interior nos consuela: vale, hace lo que quiere, pero todo tiene un precio. Cómo no vas a querer a semejantes genios desastrosos.

Harry Hole es uno de estos investigadores a los que tienes que querer en cuanto pasas dos páginas. Harry se ha sumado a la lista de mis grandes amores, al lado de tipos como Sherlock o Amaya Salazar. Le amo muy fuerte.

Por eso ya estoy inmersa en otro de sus casos, Némesis, y a la caza de todos los que pueda encontrar. Harry Hole ha llegado para quedarse.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Soy Residente.

Soy residente de hemato. Que quede constancia. He empezado con todo este infierno de vida laboral. Y, en resumidas cuentas: he vuelto. Me gustaría asegurar que no voy a volver a abandonar el blog pero, seamos serios: no prometo nada, salvo que en breves volveré a escribir por aquí y que no sé cuánto durará.
Permanezcan atentos a sus pantallas.




Van Helsing ahora es colega.